Chile

septiembre 07, 2009



Parece ser que tengo una especie de karma que pagar con el país sudamericano. Chile es un país del que no sabía mucho hasta principios de siglo (qué raro se oyó eso) cuando comenzó a tomar mayor protagonismo a nivel mundial gracias a su milagro económico. Según los analistas, si Chile continua con el ritmo que lleva, en unos quince o veinte años podrá ser considerado un país desarrollado al nivel de Polonia o Portugal.

Fue a principios de siglo, como les decía, que conocí a Alejandro, el ex-novio del que ya les conté. Un simpático chilenito, en esos entonces regordete, con el que pasaba horas chateando y construyendo castillos en el cielo. Gracias a él supe más de su país y me maravillaba con sus fotos que mostraban la riqueza natural de sus bosques y montañas del sur y sus desiertos en el norte.

Casi ocho años después, Alejandro ahora convertido en un atractivo y delgado hombre de 31 años; se armó de valor y llegó al hemisferio norte para conocerme poco después de mi viaje a Guatemala. Yo no lo podía creer y es que durante esos ocho años la idea de tenerlo frente a mí me parecía imposible.

Ya aquí pasamos unos días maravillosos hasta que salió a flote su bipolaridad, inestabilidad hormonal o lo que haya sido y decidió, sin avisarme, regresar antes de lo planeado a su país. Con él se fueron unas cuantas lágrimas y mis ganas de conocer su país. Durante casi un año la palabra Chile me dió urticaria, además de la gastritis que me provoca el producto mexicano homónimo. Hasta que casi exactamente un año después, Alejandro dio señales de vida y me pidió una disculpa. Nunca supe ni sabré sus razones lo único que sé es que si me las dice será cuando lo tenga frente a mí una vez más.

Anoche cayó una lluvia torrencial en la Ciudad de México que provocó que cerraran el aeropuerto y llegara, al hotel donde trabajo, un vuelo cancelado de LAN; la aerolínea bandera chilena. Y con ese vuelo unas 200 personas de aquel país. Entre sus once, weones y comostai, una oleada de recuerdos y sensaciones me llegaron a la mente gracias a ese acento tan peculiar. Ahora no es Alejandro, pero si sus compatriotas quienes nos traen vueltos locos. Y de nuevo, aquel país tan lejano, y tan sureño vuelve a estar tan cerca de mí, pidiéndome quizá que pague mi karma para con él.

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