Tengo tres meses y seis días viviendo en Monterrey, N.L. Esa ciudad llamada "la sultana del norte" o el "orgullo de México" que, a decir de las historias que de ella nos llegaban a los sureños, parecía sacada de nuestros sueños más húmedos. Era el retrato de una ciudad idílica, perfecta, la que se nos venía a la mente.

Ahora vivo aquí y lo que puedo decir es que nadie sabe lo que tiene hasta que lo ve perdido. Además de darme cuenta de que los sureños somos muy dados al drama y a quejarnos, sin saber de lo que tenemos.

Si a las cifras nos vamos, la imagen de una Monterrey perfecta parece cristalizarse. Tiene estupendos índices de desarrollo social y económico envidiables, de los mejores de México. Sin embargo, esos números tristemente no se reflejan en la estética y vida de la ciudad.

Sé muy bien que por desgracia esta ciudad ha sido desolada por la delincuencia. Justamente hoy mi madre se alegró de mi llamada al enterarse en las noticias de una balacera cerca de donde vivo, algo que es prácticamente ya todos los días. Pero tampoco podemos culpar a la delincuencia de todos los males que aquejan a Monterrey. En realidad, Monterrey sólo es víctima de sus ciudadanos, los regiomontanos.

Algo que salta a la vista cuando se llega aquí es la inmensidad de la ciudad. Es muy grande, tanto o más extensa que la Ciudad de México, sin embargo esa extensión no está justificada, ya que aquí vive la cuarta parte de la gente que vive en la capital del país. Esta forma "desparramada" de vivir, hace que la ciudad sea complicada precisamente para eso, para vivir. Se tienen que recorrer grandes distancias todos los días ya que los vecindarios están mal equipados en cuestiones de servicios, comercios y entretenimiento. Esto está justificado porque vaya que no es lo mismo tener un supermercado cada dos cuadras en el DF que en Monterrey, simplemente porque en cada kilómetro cuadrado del DF viven 5,788 personas cuando en Monterrey sólo lo hacen 656.

Ya me desvíe un tanto de la culpa de los regios. Volviendo a ella, puedo decirles que una de las grandes culpas de los regios es que ellos no disfrutan su ciudad. No la viven, no la usan, no la quieren. Parecen vivir más sus autos que los llevan a todas partes; haciendo del caminar una actividad extraña o dominguera. Las clases media y alta de la sociedad regiomontana se refugia en Texas. Visitan el estado de la estrella solitaria cada que pueden, ayudando a que con la gran derrama económica que generan la oferta de servicios y entretenimiento en ciudades como McAllen, Harlingen o Mercedes, por más pequeñas que estas sean, resulte inmensamente mayor que en Monterrey. No hablemos ya de San Antonio, Houston o Dallas.

No quiero decir tampoco que los regios sostengan en su totalidad al estado de Texas, simplemente quiero tratar de esbozar qué sería de Monterrey si ese dinero se quedara aquí. -Es que aquí no tenemos los malls que hay allá. Dicen ellos. Y como los van a tener si la demanda local no los justifica. -La gente que tiene dinero prefiere irse de compras a EEUU, es mejor. También dicen eso. Y si así fuera, qué hace la Ciudad de México estrenando un segundo Saks Fifth Avenue. no me digan que la gente que compra en Saks no tiene la posibilidad de ir de compras un fin de semana, no a McAllen, sino a Nueva York.

Monterrey es como un retrato de México, de ese México macroeconómico que produce mucho para exportar, que vive para los demás menos para sí mismo. El consumo interno, sin duda le haría mucho bien a esta ciudad.

Bien, después de este desahogo, le llamo desahogo porque los regios, aún con toda su franqueza no me hubieran permitido llegar ni a la mitad de este discurso si lo hubiese expresado en persona. Les digo que de vez en cuando o de vez en mucho, a través de esta ventana les iré contando de mi vida en esta ciudad, tan regia, tan grande y a la vez tan pequeña.